El panorama nacional musical pasa por uno de sus mejores momentos gracias a los réditos proporcionados por la década de los noventa, década que permitió superar la identidad estética, musical e ideológica de los ochenta para dar paso a una nueva manera de entender la vida a través de la música. Superado el primer decenio de este siglo 21, estamos en condiciones de afirmar que el Indie patrio se ha hecho más fuerte y convincente, con solistas y grupos que han perdido el miedo a mostrar la música que realmente quieren hacer, en la que creen, pero sobre todo grupos y solistas que han perdido el temor a mostrar claramente las raíces de donde provienen, donde todo comenzó.
Un buen ejemplo de esta audacia, una de esas bandas que ha dejado el miedo para otros y se ha quedado con las ganas de devorar escenarios, es el grupo vallisoletano Arizona Baby, grupo que arrasa allá donde va con conciertos incendiarios y honestos, directos donde lo verdaderamente importante no es la impostura tan propia de las actuales proclamas generacionales, del “estar donde hay que estar”, sino directos donde lo primordial es hacer música para ser lo que se es. Si a este trío le unimos ese grupo imprescindible para entender la historia más reciente en materia musical, Los Coronas, el resultado es un matrimonio musical que nace con la certeza de convertirse en algo imperecedero e inusual.
Dos bandas y una misma historia
Cuando ambas bandas anunciaron la edición de un EP (vinilo y CD), con algunas versiones adaptadas al sonido de este proyecto de ocho músicos, y su posterior gira bautizada “Dos bandas y un destino”, gira que arrancó el pasado 23 de octubre, más de uno tardó un buen rato en volver a pestañear. Fernando Pardo, (ese tipo al que la escena Indie le debe tanto, tanto, tanto), líder de Los Coronas, banda de rock instrumental que se conoce la ruta de las salas madrileñas como la curtida palma de su mano, y Javier Vielba, el susodicho de los Arizona Baby, ese hombre de pelo generoso e inteligencia musical irreprochable; ambos con sus pelos y guitarras sobre el mismo escenario, mordiendo el mismo polvo de la tarima, repartiéndose protagonismo en partes iguales. Lo dicho, más de uno tardó un buen rato en volver a pestañear.
El concierto que los “Corizonas” ofrecieron el 11 de noviembre en Málaga, dentro del Wild Winter Festival, fue simplemente impresionante. Primero le llegó el turno a los visuales que reforzaron, magistral y sutilmente, el concepto del concierto; visuales que para sus primeros acordes, para su presentación en sociedad, eligieron a Ennio Morricone como compañero de viaje. Javier Vielba salió al escenario con la seguridad del que sabe que lo que hacen es algo sólido e importante, que la historia debe esperar a lo que este par de ocho van a construir sobre los escenarios. Guitarra en mano se enfrentó al respetable, ayudado por “Everybody knows this Is nowhere”, de Neil Young. Completado el trío, tocaron algunas de las canciones de Second to none (Subterfuge, 2009). El concierto fue transcurriendo entre temas propios, de ambas bandas, y ajenos, de artistas como Elvis Presley, Los Brincos, Pink Floyd o The Dead Kennedys, entre otros. Dos bandas cuyos miembros comparten escenario, se alternan, y enfrentan musicalmente; un duelo épico entre lo acústico y eléctrico donde sólo sale ganando la música. Fue un concierto que muchos tardaremos en olvidar, porque volver a hacer la música algo emocionante es muy complicado pero estos lo han conseguido.
(Cristina Consuegra, www.culturamas.es)
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