Comentaba un conocido tras el concierto en que Arizona Baby presentaban en Bilbao su último disco The truth, the whole truth and nothing but the truth que es increíble lo que son capaces de hacer en escena dos y el del tambor. Y pocas veces una frase hecha, con su sentido oculto, resume mejor la apuesta que esta gente ofrece. Minimalismo instrumental que en manos de los pucelanos rebasa el corsé estilístico que a priori pudiera constreñirles. (...)
Cuando revisamos en estos papeles The truth… ya dijimos que no es en principio música fácil, pero que Arizona Baby sí parecen tener la clave para que llegue con facilidad a personas que pudieran transitar por caminos bien distintos. Esa austeridad de medios no se convierte de ninguna manera en lastre, y por contra ayuda a alcanzar la esencia misma de las canciones. Y en este caso, los dos (Javier Vielba y Rubén Marrón) y el del tambor (Guille) ayudados en escena por Alex Izquierdo a una tercera guitarra acústica, más unas teclas puntuales o toques de maracas, consiguen de sobra alcanzar esa esencia.
Repasan al completo The truth, y se aventuran por el puro ritmo del rock de los 50 en The end of the line, dedicando su Rock’n’roll Messiah al pseudo-profeta David Koresh que llevó a su secta de los davidianos a la muerte en la masacre de Waco, o pasean por el desierto en The ballad of Golden Valley o Where the sun never sets. Y las intercalan en perfectocrescendo con otros clásicos suyos, como un excelente Getaway, el maravilloso rhythm & blues de Everything (de su primer disco autoeditado Songs to sign along) o el ya conocido virtuosismo de Rubén Marrón en Dirge.
Pero siempre son capaces de sorprender. Invitando a que la gente grite en If I could logran elevar la canción a un clímax perfecto para lanzarse sin freno al final de la misma hacia los ritmos zíngaros que tanto gustaban a Kusturica o Goran Bregovic y que estéticamente tan bien les encajan. Y rizan el rizo en la brutal introducción instrumental de X’ed out, donde con imágenes de fondo de Charles Manson y jugando con la simple acústica de las cajas de sus guitarras y percusiones varias, por un momento pareció que se arrancaban con el interludio instrumental del Another man’s woman de Supertramp que se hiciera famoso como sintonía de Informe Semanal. Sí, ya lo sé, no había piano, y yo no había fumado nada, pero juro que lo sentí.
Y tampoco hubiera sido tan extraño. Sus versiones dan fe de un eclecticismo envidiable y una facilidad pasmosa para llevar otros ritmos a su terreno. Porque el Sandman de America o el My name is Drake de los portugueses A Jigsaw pueden encajar a la primera, pero más complicado se antoja que hagan suyas The Model deKraftwerk o N.I.B de Black Sabbath.
Lo consiguen sin despeinarse (dicho lo del pelo metafóricamente). Pero sólo si tienen la excelencia de su lado, dos (o tres) y el del tambor saben engatusarte con el inolvidable Sixteen tons de Merle Travis vía aquella obra maestra que se marcó José Guardiola.
Y estos barbudos la tienen.
Yeah!!!
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