Pero ¡qué cosa más guapa! El concierto a medias entre Arizona Baby y Los Coronas (si de los Arizona no había hablado había sido, más que por otra cosa, porque los tenía casi como teloneros. Y no) fue posiblemente el espectáculo de mi vida. Supongo que habría un par de conciertos que colocaría más arriba en mi lista por razones meramente sentimentales, pero ninguno puede compararse realmente a esta salvajada. ¡Qué versión del Shakin’ all over! Creo, sinceramente, que fue lo mejor que he escuchado nunca en directo.
No fueron primero unos y después los otros: empezaron todos juntos, luego tocaron solo los Arizona, después volvieron a ir entrando poco a poco Los Coronas para volver a tocar todos juntos; a continuación se marcharon los Arizona y al rato, de nuevo, ocho hombres sobre el escenario. Los mejores momentos fueron, sin duda, los de comunión de las dos bandas; durante esos segmentos tocaron versiones de canciones como Too drunk to fuck o I fought the law, o la emocionantísima revisión de Wish you were here.
Pero es que las composiciones propias de ambas bandas eran también temazos. Pegadizos. Vibrantes. Y ambos frontmen tenían una presencia escénica bastante destacable, y eran simpáticos y conectaban con el público; y el resto de componentes también caía bien. Emocionado salí de la Copera.
Ya no sé de qué otra manera decírselo para que me hagan caso: si la gira llega mínimamente cerca de ustedes, ¡vayan corriendo a verlos!
Como buen sustitutivo para un Twoday Festival cancelado vergonzosamente in extremis, la gira conjunta de Los Coronas y Arizona Baby tocaba suelo toledano. Ver a madrileños y vallisoletanos en lugar de pisar Madrid y Valladolid. No es lo mismo pero compensa. “Dos bandas y un destino” es el nombre que se han sacado de la manga para poner en los escenarios un proyecto común, iniciado para dar cancha al gustillo por las covers. Y de versiones y guiños históricos se nutrió buena parte del repertorio. Desde Enio Morricone hasta Bobby Fuller, pasando por Neil Young, Johnny Cash, Elvis, Pink Floyd, Black Sabbath, The Dead Kennedys y hasta Los Brincos.
De vaqueros de campo con camisa y sombrero de cowboy los primeros a vaqueros de ciudad con sobrero de copa, naipe y chaleco los segundos. La estética western (proyecciones incluidas) no es más que el condimento justo para un show en el que las dos bandas, lejos de exhibirse estancas, comparten un protagonismo fifty fifty sobre las tablas. Y fueron los números globales los que sorprendieron de verdad, competición de virtuosos (Javier Vacas al bajo, Fernando Pardo, David Krahe y Rubén Marrón a las seis cuerdas, Roberto Lozano y Marcos Úbeda a las baquetas, el ucraniano Evgeni Riechkalov a la trompeta) tocados por la varita de los ancestros, con un Javier Vielba desmelenado en su rol de maestro de ceremonias. Se atrevieron con todo: con recreaciones fidedignas de “Everybody Knows This Is Nowhere” de Neil Young o “Runaway” de Del Shannon, revisiones incendiarias de “Supernaut” de Black Sabbath o “Too Drunk To Fuck” de The Dead Kennedys, una “Wish You Were Here” de Pink Floyd llena de músculo, boleros en castellano y el clásico “I Fought The Law” para cerrar la noche con puntería de pistolero.
Pero también hubo tiempo de gloria exclusiva. El trío pucelano se estrenó con la suya, pescando los mejores cortes del magistral “Second To None” (2009), disco descubierto tarde pero degustado con fruición. “The Truth” (el señor Marrón sentando cátedra con un intro de velocidad descabellada), “Ouch!”, la muy Calexico “A Tale of The West” o “Dirge” hicieron las delicias de los que amamos con pasión, por primera vez en mucho tiempo, un disco más que excelente de una banda compatriota. La descompensación técnica provocó las quejas y disculpas de un Javi Vielba hiper-locuaz, y el set se hizo corto pese a rescatar también andanzas primogénitas (“Everything”). Y por cierto, tampoco se escapó la fenomenal e intratable “Shiralee”, compartida en octeto en los bises como si fuera un clasicazo más.
Los Coronas (Fernando Pardo dixit) ya están en cuarto de la escuela de rock. Es decir, entre los buenos. Con poco o nada ya que demostrar y tras años fieles a un formato que, más que encasillarlos, los convierte en maestros de referencia, demostraron que se puede llegar al respetable sin recitar un solo verso. “Jinetes Radiactivos” y “Big Wave Riders” (ambas de su último “El Baile Final de Los Locos y Los Cuerdos”) causaron estragos, y hasta se atrevieron con pinceladas de garage extremo, reggaeton y un órdago tronchante al “Flamenco” de Los Brincos. Sin peros y sin mancha. Solo cabe lamentar que prescindieran del particular homenaje a Fernando Fernán Gómez, ese grito de guerra que todos esperábamos repetir a pulmón partido: “¡A la mierda!”.
Dos bandas y un destino. Destino concretado en un homenaje entrañable al buen rock and roll, a los clásicos populares, a la diversidad y a la diversión. Dos bandas que se han visto las caras por casualidad para dejarnos un regalo de película. Que lo que el destino ha unido no lo separe el hombre.
Todo lo que apuntamos en vísperas de este acontecimiento especial se ha visto superado en un directo GRANDE (así, en mayúsculas). Grande por los 8 músicos que se dieron cita, y grande también por las casi 3 horas de buen rock que nos regalaron.
En la noticia en la que presentábamos la gira conjunta de estas dos bandas anunciábamos un espectáculo especial, quizás irrepetible, en donde las sorpresas serían lo único escrito en el hipotético guión.
En vísperas al concierto nos preguntábamos si tocarían todos juntos, por separado o un poco de ambas. Las dudas se irían resolviendo a medida que avanzaba el show, sin embargo, antes del comienzo todo eran incógnitas. Pocos nos imaginábamos que nos iban a someter a casi 3 horas de concierto, donde todos nuestros buenos presagios iban a ser cumplidos.
La música de Ennio Morricone daba el pistoletazo de salida, dando la bienvenida a los presentes al salvaje oeste. En ese momento recordé como Muse introducen esta misma Intro en directo para su épico “Knights of Cydonia”. Ambos grupos se presentaban así en sociedad, tocando un par de temas juntos, antes de que Los Coronas abandonasen el escenario para dejar a Arizona Baby solos ante el peligro. Los de Valladolid aceptaron gustosos el invite de hacer entrar en calor a la gente, y desgranaron, bajo el indiscutible liderazgo de la guitarra del “señor Marrón”, lo más selecto de su último LP, “Second To None”. Como recién llegados de los años 70, por estética y por sonido, imaginar su concierto en color sepia sería una buena forma de entender mejor su gusto sureño, sus constantes referencias a la América desértica. Las primeras y frenéticas notas de “The Truth” son una buena elección para ir abriendo boca. Se crecieron con “A Tale Of The West”, con “Muddy River” y con “Runaway”, encargada de cerrar su repertorio, mientras Los Coronas al completo ocupaban sus respectivas posiciones en el escenario.
De ahí al final, Los Coronas no se moverían ya del mismo, y su guitarrista Fernando Pardo se colocaría el cartel de maestro de ceremonias (ídem con sus Sex Museum), siendo el más extrovertido de los 8 protagonistas. El buen rollo que transmitía, tanto con sus esbirros como con sus enemigos íntimos de esta gira, era compartido por todos en el escenario, respirándose un feeling intenso, especial, idóneo para la jam sessión que les ocupaba. Sin embargo, Fernando y los suyos salieron a romper, sin piedad (“Sin perdón” como diría Clint), olvidándose de Arizona Baby por completo, sin importarles lo más mínimo el derrotarles con autoridad sobre las tablas. Primero comedidos (“Libertwango”), luego vestidos de rodeo (“Jinetes Radiactivos”), para enfrascarse de toda su esencia (“Big Waves Riders”). El listón se estaba poniendo muy alto, algo que a nadie pareció importarle demasiado.
Tras casi dos horas de concierto, las caderas ya estaban más que engrasadas, y las pulsaciones adaptadas al ritmo que marcaba el adictivo surf rock que llegaba del escenario. Como atraídos por los encantos de Los Coronas, Arizona Baby volvían al escenario con ganas de contagiarse. Lo que quedaba, que aún era mucho, formaba parte del caviar de la noche.
Dos bandas y un destino. Tras flirtear en público, llegó la hora del cortejo. Se cruzaron de forma inevitable, fusionaron gustos, influencias, y pusieron todo su talento a disposición del oponente. Este particular orgasmo entre dos bandas desembocó en la versión bastarda del “Shiralee” de Arizona Baby, que fue de las más esperadas (y celebradas) de la noche.
Así fue como el mestizaje se apoderó del duende de Triana, del carismático pop de Los Brincos, del stoner de Black Sabbath, del rock psicodélico de Pink Floyd,del surf primerizo de The Ventures, y hasta del punk de Dead Kennedys (de los que tocaron dos temas, con el clásico “Too Drunk To Fuck” para cerrar).
Fueron casi tres horas de concierto, sin tregua, sin respiro, como los duelos del salvaje oeste. No será el mejor concierto al que asistas, pues los 8 músicos que pisaron el escenario se olvidaron de todo tipo de ataduras y se limitaron a disfrutar (y por ende, hacer disfrutar) a un público entregado desde el principio.
Para finalizar, un consejo para aquellos afortunados que tengan una entrada para esta gira. No asistan al concierto a examinar a unos y a otros, pues no será el momento ni el lugar para medir a estos dos grupos de culto, ya que en esta gira conjunta, ni Los Coronas, ni Arizona Baby se enfrentan a “su” público, sino al de ambos.