Su valor, inicialmente testimonial y fundamentado en promocionar dicha gira, consigue alcanzar empaque en el terminado de unas adaptaciones exquisitas, en un escalado fantástico de riesgo que va de menos a más en las elecciones.
“Wish you were here” de Pink Floyd, abre el disco resultando abúlica: la forma de cantar y la estructura remite a cualquier banda de medio pelo de la América profunda revisando un tema sobadísimo. Mucho mejor resultado encontramos con “Too drunk to funk” donde la impronta surfer y las trompetas reinventan el desquiciado punk original de Dead Kennedys.
La elegancia coqueta destilada por el “Runaway” de Del Shannon se embadurna del aroma tarantinesco que destilaba El baile final de los locos y los cuerdos (09) de Los Coronas y, por otro lado, Javier Vielba consigue llevarse vocalmente el tema a su terreno pese a su dificultad. Pero la guinda reside en rescatar al bolerista Alci Acosta con “La cárcel de Sing Sing”, exótico broche que muestra a las claras la variedad y gusto de estos bandoleros.
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