jueves, 13 de mayo de 2010

Balazos en la sien de folk de raíz profunda

_¡Hay tanto polvo que no puedo ni ver el escenario! Cuando le dije esto a un individuo solitario del público, como yo, éste sonrió y pidió dos chupitos. Sólo llevaban dos canciones y los Arizona Baby, formación de sangre castiza y alma austral, ya habían secado las penas. Quedaba una hora y media de continuados balazos a la sien de folk de raíz profunda. Irresistibles ritmos atemporales que tan pronto evocan al serpenteo cinematográfico del Peckinpah más vaquero como a las asilvestradas melodías de erudición sin fronteras de su tan querida banda de referencia, América. El Planta Baja exhalaba gravilla del desierto.

Su primer gran trabajo, ‘Second to none’ (Subterfuge Records, 2009)- en el año 2005 publicaban el autoeditado disco ‘Songs to sing along’-, mezclado por Paco Loco y masterizado por Nathan James en los Vault Studios (New York, EEUU), se ha convertido en preciado cobre. No es para menos, si se atiende a su materia, a su sólida consistencia. Podría decirse que han sido y son bala de un calibre desconocido en este país. Sus rifles, sus letras, tienen una puntería infalible. No disparan al bulto, sino a la diana. La polvareda que levantan a su paso atraviesa la península de punta a punta como ningún otro colono lo hubo hecho. Un trío compacto formado por Javier Vielba (cantante y guitarrista), Rubén Marrón (guitarra) y Marcos Úbeda (percusión), al que le ha llegado la hora de plantar cactus en la lejanía de su hábitat natural.



Sin igual, el cascabeleo de estos reos del agrietado asfalto castellano hace rodar el tamo sobre la ruda y exigente tierra vallisoletana, al tiempo que emula a la perfección el paisaje de crudo solano y covachas destartaladas de Arizona. Su actuación en la sala granadina enganchó, más si cabe, a una legión de seguidores que cree en su mensaje de predicador y que crece en cada concierto. Quién lo iba a decir: tres forajidos del pop que encontraron su alcaldía en un pequeño e imprescindible reducto del folk. Aquí, se sintieron como en casa, como en la sierra de Huachaca.

(Diego Soto, paisajeselectricos.com)